Para mí, existe un trípode con tres patas que hace que nos mantengamos en equilibrio, esa famosa palabra que las personas hacen por tener en sus vidas.
Y este equilibrio viene determinado por tres aspectos bien diferenciados pero unidos al mismo tiempo:
- La parte estructural. Es nuestra constitución (altura, longitud de las piernas, patologías establecidas de base). Son aspectos que están ahí, que hay que mejorar en la medida de lo posible y en ocasiones ayudar para su curación (un esguince, una rotura fibrilar…). Es la parte más tangible de nuestro triángulo de equilibrio.
- La postura. Para mí, junto al sistema nervioso, la reina del cuerpo. La postura define mucho más que nuestras posiciones “antidolor”, ya que es también una muestra de nuestras emociones, nuestro estado de ánimo y nuestra forma de adaptarnos a las deficiencias estructurales que arrastramos junto a nosotr@s.
- El ámbito psicoemocional. Nuestro estado de ánimo, la gestión que hagamos del tiempo en nuestra vida, los antecedentes traumáticos que nos hayan acompañado, o simplemente el ambiente que esté a nuestro alrededor van a provocar un desequilibrio o van a ayudar a mantener una balanza equilibrada para algo tan relevante como es nuestro estado de salud y bienestar, y que ayudará a lograr todo aquello que consideramos importante para nuestra propia realización personal, nuestra felicidad.
Por tanto, si trabajamos para que estas tres piezas encajen y se sustenten tendremos un gran trabajo realizado para prevenir lesiones, dolor y limitaciones ante nuestra actividad laboral, deportiva, social o de relaciones con los demás y, sobre todo, conmigo mism@.