ANSIEDAD y ESTRÉS
Me parece interesante explicar por qué voy a tratar este tema hoy. Mientras pensaba cuál podía ser una forma adecuada de inaugurar el blog con mi primera entrada, me ha venido a la mente cómo he llegado a ésta situación, la de escribir en la página web de Essere, cuando hace menos de un año ni se me pasaba por la imaginación, estar trabajando como psicóloga en un gabinete propio, junto a mis soci@s y compañer@s de aventuras.
La verdad que la experiencia ha sido tan dura como enriquecedora, y eso que solo acaba de comenzar. Mentiría si dijera que nunca he pensado en abandonar el proyecto incluso antes de empezar, que todo ha sido fácil y no me ha supuesto ningún esfuerzo. De hecho la idea de emprender hoy en día, es una apuesta arriesgada e implica más de un quebradero de cabeza, enfrentamientos, discusiones y, si, estrés.
Sin embargo, no debemos tener una mala concepción sobre el estrés y la ansiedad mientras estén en los márgenes de la normalidad, pues ambos son mecanismos propios que nos permiten afrontar situaciones en las que nuestro organismo advierte que existe algún riesgo.
En este sentido, cada paso que hemos dado en la creación de este gran proyecto como es Essere, implicaba mucha ilusión y ambición, pero también incertidumbre, cambios y explorar un nuevo mundo emprendedor que nos obligaba a salir de nuestra zona de confort. Todo esto generaba un estado de tensión física y emocional que nos permitía afrontar los nuevos retos que se nos iban presentando. Esto es lo que comúnmente conocemos como estrés.
Normalmente el estrés como herramienta de adaptación está controlado, y su intensidad corresponde adecuadamente a la demanda de esfuerzo del reto o situación que afrontamos, y una vez superado, el estado de tensión desaparece ya que fisiológicamente no está pensado para mantenerse en el tiempo.
En casos patológicos, en los que nos vemos superados por la situación, y la tensión es fuerte y mantenida en el tiempo, pueden aparecer enfermedades psicosomáticas (psoriasis, úlceras, alergias…) y cuadros de ansiedad.
Muchas veces se equiparan los términos estrés y ansiedad para referirnos al estado mental de preocupación o inquietud. Como he comentado, el estrés sería el proceso de adaptación que nos permite afrontar situaciones concretas.
La ansiedad, en cambio, es una reacción emocional de alerta que surge de anticipar una amenaza real o imaginada. Creamos la expectativa de que algo sucederá, anticipando efectos negativos antes de que la situación se produzca. Y, al igual que el estrés podemos diferenciar entre ansiedad razonable y patológica.
En el caso de la ansiedad patológica interpretamos como peligrosas situaciones, síntomas o pensamientos que en realidad no lo son y la intensidad de la ansiedad no es acorde con la situación objetiva, manteniendo el estado de alarma mucho más tiempo del necesario. Si nos anticipamos a los hechos con intensidad y tiempos excesivamente altos corremos el riesgo de sufrir ataques de ansiedad que cursan algunos de los siguientes síntomas:
- Palpitaciones
- Sudoración.
- Temblores, escalofríos.
- Sensación de ahogo o falta de aire.
- Sensación de desmayo.
- Opresión torácica.
- Náuseas o molestias abdominales.
- Inestabilidad, mareo o desmayo.
- Desrealización o despersonalización.
- Parestesias (sensación de adormecimiento u hormigueo en manos, pies, partes de la cara etc.).
Aprender a ser conscientes de nuestras situaciones de ansiedad y estrés cotidiano nos permitirá reconocer cuando estamos sufriendo síntomas excesivamente intensos y así poder valorar si necesitamos la ayuda de un experto que nos proporcione las herramientas necesarias para aprender a manejar de forma adecuada eventos similares que puedan producirse en el futuro.